Tras la perdida de Carlovich, el estadio de Central Córdoba fue un velorio a cielo abierto
Esta necesaria pero interminable cuarentena nos ha quitado muchas emociones compartidas. Nacimientos, aniversarios, cumpleaños, besos y sinceros abrazos corazón con corazón, tan imprescindibles para hacer que el levantarse cada día tenga un sentido trascendente.
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El aislamiento social no sabe de emociones, pero este viernes quedó demostrado que los sentimientos populares genuinos tampoco saben de prohibiciones.
Según informó Rosario3, los vecinos y amigos de Trinche se autoconvocaron sin anuncio previo para despedirlo en el lugar donde fue feliz.
La noticia de la muerte de Tomás Carlovich, en medio de una cirugía de rescate que pretendía salvarlo, tras haber sido asaltado y golpeado, nos sacudió a todos: charrúas, salaítos, leprosos y canallas. Claro que a los que nacimos en barrio Belgrano y lo conocimos de cerca, nos pegó de lleno. El peor foul sin pelota jamás visto. Por qué a él.
Y dónde despedir a alguien que era fútbol, sino en su propia cancha, cuando hasta los velatorios están prohibidos.
No hizo falta convocatoria explícita, ni cadena de Whatsapp, ni viralización de mensajes. Después de que Chupa, el canchero charrúa, abrió las puertas del estadio de Central Córdoba, empezó el desfiladero de personas con barbijo reglamentario, que sintieron necesidad de salir de sus casas a despedir a su ídolo.
A caminar por el pasto, moqueando en silencio bajo esta luminosa tarde de mayo, a un metro y medio de distancia, o dos, o los que quieran. Qué más da. Velemos al Trinche, aún en su ausencia.
Un lazo negro, un ramito de flores, una foto de colección, un mural en su memoria, cúmulos de indignación y lágrimas. Muchas lágrimas que necesitaban ir en busca de otras para hacer presente a quien de forma absurda e injusta, ya no podrá volver a engalanar ni el césped ni la tribuna de su estadio.