Palito Ortega se despidió de Rosario
Fue con un show que realizó este fin de semana en el Metropolitano.
Fue con un show que realizó este fin de semana en el Metropolitano.
Con la bandera de la canción simple, directa y popular, Palito Ortega le dijo adiós a su público de Rosario en el show de su gira de despedida ante unas 2500 personas que colmaron las instalaciones del Metropolitano.
Con una estética retro en las pantallas y una banda impecable comandada por el eterno Lalo Fransen, otrora figura junto a Palito del inolvidable Club del Clan, Ortega salió al escenario este sábado de traje blanco y con un entusiasmo tan alto que parecía mentira que se trataba de una persona de 81 años.
Sin embargo la gente que lo fue a ver no era solamente de su generación. Entre la platea se notaba un arco etario que partía desde los 40 años y que se sabían las canciones de punta a punta, y cómo no saberlas.
Ortega arrancó con “Un muchacho como yo”, en una versión recientemente lanzada y mucho más popera, y continuó con “Bienvenido amor”, “Viva la vida” y “Corazón contento”. No habían pasado veinte minutos del show y la gente ya estaba en llamas. “¡Te quiero, Palito!”, “¡no te vayas!”, “¡no te mueras nunca!”, le gritaban las mujeres desde las plateas, y alguna carcajada surgía cuando alguna decía “¡papito!”.
Al recordar sus inicios y aquel costado más rockero, que también compartió con Sandro en los tiempos de Sandro y los de Fuego, cantó “Despeinada” y la gente se salía de la vaina por salir a bailar por los pasillos.
Quizá lo más criticable de Palito fue que hizo demasiadas largas las presentaciones de los temas y hubo momentos en que parecía el predicador de una iglesia evangelista, con demasiada reincidencia en el mensaje hacia la figura de Dios, sin distinguir que no todos los presentes podían compartir su fe cristiana. Incluso siempre se refirió hacia la gente con el término “hermanos”, como si no hubiese “hermanas” en las plateas que, en rigor, era el mayor porcentaje de público en la noche de Metropolitano.
Entre la larga lista de clásicos también sonaron “La felicidad” y “Muchacho que vas cantando”, y entre tema y tema recordó los tiempos compartidos con cantantes contemporáneos de otros países, como el italiano Doménico Modugno, y jerarquizó su don de componer canciones simples “para que cante la gente”. Algo que tanto él como el autor de “Volare” se prodigaron en esos años ’60.
Hubo un momento de merecido lucimiento de Lalo Fransen, el director de la orquesta, guitarrista y cantante, quien interpretó con la banda sus hits “Media medalla” y “Oye niña”, con un aire de twist, mientras Palito se tomaba un respiro para volver con un impecable traje negro.
Ortega recordó que en Rosario hizo su primer show como Palito Ortega y lo saludó desde el escenario a AJ Llorente, presente entre el público, a quien equivocadamente nombró “JJ Llorente” y le agradeció haberle dado espacio en tantos programas de radio y televisión durante años. “¿No me debés nada vos? No, yo te debo a vos por el espacio que me diste durante tanto tiempo”, le dijo Palito al conductor, en un tono distendido y respetuoso.
Posteriormente cantó el mejor tema que compuso en su carrera: “Sabor a nada”, antes de lo cual recordó su vínculo con Frank Sinatra “a quien ojalá nunca lo hubiese encontrado”. Las risas de la gente referían al momento en que Palito trajo a Buenos Aires al popular cantante y que se convirtió en un estrepitoso fracaso debido a una suba impensada del dólar en uno de los momentos más complicados del país a nivel social y político, ya que era 1981 y Argentina estaba en plena Dictadura, aunque el cantante nunca mencionó esa palabra en el show.
Luego de volver a insistir con que “no hay que rendirse nunca” y “no hay que bajar los brazos” invocó a que “hay que agradecer a Dios poder levantarse cada mañana”, entre tibios aplausos de la concurrencia, y pasó a su costado más emotivo con los temas “Changuito cañero” y “Autorretrato”, acompañado con imágenes de su carrera en la pantalla gigante, en cuyo final se quebró ante la ovación del público.
“Yo tengo fe”, a coro con los presentes, fue el tema de cierre y todavía faltaban los bises. Ya con la gente de pie las dos últimas fueron “Voy cantando” y “Media novia”.
Palito le dijo adiós a Rosario. Pero quedan sus canciones, esas que formaron parte importante de nuestra infancia e integran la banda sonora de la vida de varias generaciones argentinas.