Solo el 45% de los chicos comprende lo que lee
El 15 de junio de cada año se celebró el Día del Libro en la Argentina. En tiempos en que las pantallas se vuelven omnipresentes, es urgente revalorizar este objeto clave en la historia de la cultura humana, que es insustituible, ya que alimenta el pensamiento, la introspección y la imaginación.
Lejos de ser una costumbre del pasado, leer es un acto profundamente humano y necesario. Frente al ritmo acelerado y fragmentado de la vida digital, el libro invita a la pausa, a la concentración, al encuentro con la propia interioridad. Leer no es solo descifrar palabras: es construir sentido, pensar críticamente, emocionarse.
La celebración tiene historia: comenzó en 1908 como “Fiesta del Libro” cuando se entregaron los premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres. En 1924 fue reconocida oficialmente y desde 1941 se la conoce como el “Día del Libro”. Aunque el 23 de abril se celebra mundialmente el Día Internacional del Libro, en Argentina contamos con esta fecha propia para destacar su valor.
Este año, sin embargo, el contexto invita más a la reflexión que a la celebración. Los resultados de las últimas evaluaciones educativas, tanto internacionales como nacionales, encendieron una señal de alarma. Según las pruebas PISA 2022, el rendimiento promedio en lectura entre estudiantes de 15 años cayó diez puntos respecto a 2018 en los países de la OCDE. En Argentina, los datos de las pruebas Aprender 2024 de alumnos de 5º y 6º del secundario revelan que solo el 58% de los estudiantes alcanza niveles satisfactorios en lengua.
Además, la comprensión lectora está en crisis ya que sólo el 45% de los alumnos de tercer grado alcanza los niveles de lectura esperados. Esta problemática no se trata solo de una cuestión pedagógica: es un síntoma de época. Vivimos en una cultura de la inmediatez, de la distracción constante, del estímulo permanente. Las redes sociales y los dispositivos móviles moldean nuevas formas de atención, más superficiales y menos sostenidas, lo que impacta directamente en la capacidad de leer, entender y reflexionar.
Frente a este panorama, urge poner en valor a quienes tienen un rol clave en revertir esta tendencia: los maestros y profesores de todas las asignaturas. Son ellos quienes día a día sostienen el puente entre los niños y los libros, quienes enfrentan el enorme desafío de enseñar a leer en profundidad en un mundo que empuja hacia lo efímero.
En este escenario, el desafío no debería recaer solo en los docentes de lengua. Enseñar a leer en profundidad —a detenerse, a interpretar, a conectar— es una tarea que atraviesa todas las disciplinas. Cada materia puede convertirse en una puerta de entrada a la lectura comprensiva y crítica, si se aprovechan los libros como herramienta para contextualizar, enriquecer y resignificar los contenidos.
Cofundadora & coCEO en PickApply
Fuente: Ambito
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