A una semana de la condena: cómo es la vida de los rugbiers en la cárcel
Luego del veredicto del lunes pasado, los ocho condenados por el crimen de Fernando Báez Sosa continúan juntos en el mismo pabellón de la Alcaidía N°3 de Melchor Romero que fue su hogar durante más de dos años. Su vida no cambió mucho: comparten las mismas celdas en esquemas de a dos y continúan con sus recreos de dos o tres horas en el patio, lejos del resto de la población carcelaria común.
Varios psicólogos los visitan a diario, algo que es relativamente común para condenados que enfrentan sentencias largas, o de prisión o reclusión perpetua. Todos ellos recibieron las visitas de sus familiares y allegados en la última semana.
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El problema, sin embargo, no es el presente, sino el futuro. La situación en la Alcaidía N°3 es transitoria. Hoy, se aguarda que el tribunal disponga sus traslados. Podrán ser separados para ser enviados a distintos penales. Dónde alojar a los condenados por el crimen más resonante de la última década supone un desafío para el Servicio Penitenciario Bonaerense.
Los condenados por matar a Fernando Báez Sosa se encontrarán con el principal problema del SPB: el hacinamiento y la sobrepoblación. Las cárceles bonaerenses tienen una capacidad nominal para cerca de 30 mil detenidos. Hoy, superan los 52 mil, de acuerdo a datos oficiales. El penal de Campana, el más cercano a Zárate, sería el más idóneo para encerrarlos: la cercanía a las familias es un criterio que suele primar. Lo que ocurre en la práctica es otra cosa.
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