Netflix hace historia con sus nominaciones en los Oscar
El año que pasó ha dejado el rostro de la Academia de Hollywood irreconocible. La institución rectora de las normas por las que se guió el cine y sus premios a lo largo de la historia, aun en los años más agitados como los 60 y 70, debió ceder casi todo.
Ayer, con el anuncio de las nominaciones a los premios Oscar, se pudo comprobar que la pandemia del coronavirus obligó a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas a reformularse más allá de los toques cosméticos que solía tolerar en el transcurso del tiempo.
Entre 2020 y 2021, con los cines estadounidenses y del resto del mundo cerrados, con la producción semiparalizada, con actores, directores y técnicos que enfermaban, con los estudios de producción tradicionales, que formaron siempre su columna vertebral pero que ahora se vendían al enemigo, como la Warner Bros., y con el avance arrollador de ese enemigo, los gigantes del streaming, que instalaron en el corazón de los hogares aquello que Hollywood siempre quiso evitar, la Academia claudicó. No había forma de subsistir de otra forma.
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Desde este año, el cine que se ve en el televisor HD, o en la computadora, o en el smartphone, es tan cine como el que se veía antes en la pantalla de las salas, tan digno de un Oscar como el que se hacía en celuloide.
Desde marzo de 2020, los reglamentos fueron reescribiéndose uno por uno según lo que ordenaba la necesidad. Los miembros de la Academia, cuando antes abominaban de ver un film en soporte DVD o blu ray (lo hacían cuando no había más remedio, en especial con los candidatos a Mejor Film Internacional, categoría antes conocida como Mejor Film en Lengua Extranjera) se acostumbraron a ver películas en sus hogares con la mayor naturalidad. Algunos llegaron a reconocer, off the record, que no pisaron un cine en todo el año; otros dijeron que sin Netflix, Amazon y el resto de las empresas de streaming, no se habría podido ver nada.
Hasta hoy, hay quienes califican este revolucionario cambio de hábitos y formato como “temporal”, y auguran que apenas se aleje la pesadilla del coronavirus, se alcance la inmunidad de rebaño y los cines vuelvan a funcionar normalmente, todo volverá a ser como antes.
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Sin embargo, a Hollywood no sólo la afecta la tecnología. Los cambios, también irreversibles, que impulsaron movimientos como el #MeToo, el #OscarTooWhite y otros tantos vinculados a género, raza, orientación sexual y demás asuntos sensibles, convirtieron a la Academia (históricamente acusada de sexista y racista) en una especie de asamblea de Naciones Unidas obligada a mantener un equilibrio entre todas las representaciones posibles, sin que nadie se sienta excluido.
Como señalaron algunas voces, no sin algún temor, que eso puede coincidir, o no, con los valores cinematográficos de las películas que se supone debe distinguir la Academia. Y, cuando ese equilibrio depende del voto de casi 10.000 miembros, todo se complica más. A mediados del año pasado, la Academia incorporó un record de 842 nuevos miembros, en su mayoría mujeres y afroamericanos. Todo es muy sensible, al punto de que no se sabe si habrá maestro (o maestra) de ceremonias que cuente chistes. Dura tarea.
Fuente: Ámbito
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